Las formas gramaticales
Supongamos la frase española las estrellas indican el camino a los navegantes. Lo que en un principio nos pudiera parecer algo sencillo, no lo es tanto; sabemos lo que se nos quiere dar a entender, pero lo entendemos de forma inconsciente. Nos damos cuenta de que hay más de una “estrella”, porque la palabra está en plural (indicado por la “-s” final) y que pertenece al género femenino (indicado por la “-a-“); también sabemos que lo que hacen “las estrellas” es una acción continuada (indicado por el tiempo presente del verbo) y sabemos que son “las estrellas” quienes realizan la acción verbal porque concuerdan con él (en número y persona, indicado por la “-n” final); así mismo sabemos que “indican” un solo “camino” y no varios (indicado por la ausencia de la “-s” final)… y de esta forma podríamos continuar con todos los elementos que componen la frase. Pues en latín ocurre exactamente lo mismo, de modo que para entender lo que se expresa en una frase deberemos saber cómo indica el género, el número, la persona, el tiempo, el aspecto… en fin, lo mismo que en español y, como extra, la función (Sujeto, Complemento Directo, Complemento Indirecto, Atributo…). Veamos un ejemplo aprovechando la frase antes citada.
En latín “estrella” se dice “stella”, “indicar” se dice “indicare”, para “camino” los latinos usan “via”, y para “navegante” los romanos empleaban “nauta”; hay que recordar que en latín no existen los artículos y el uso de las preposiciones no corresponde con exactitud a su uso en español. Para formar la frase en latín debemos coger la primera palabra y convertirla en plural, para lo cual usaremos la forma “stellae”; el verbo debe ir en presente y en tercera persona del plural: “indicant”; lo que indican las estrellas tendrá que ser singular: “viam”; por último, “los navegantes” son varios, por lo que usaremos un plural: “nautis”. En conclusión: stellae viam nautis indicant. ¿Dónde radica la dificultad? Por ejemplo, en los plurales, pues mientras uno acaba en “-ae”, el otro acaba en “-is”. ¿A qué se debe esta discrepancia? Sencillo, a que, además de indicar el plural, también indican la función: Sujeto y Complemento Indirecto. Para eso sirven, precisamente, los casos. Luego, ¿qué son los casos en latín? Son las posibles terminaciones que una palabra puede llevar, de modo que indiquen su función dentro de la oración. Veamos: “stella”, sin más, nos dice que es un singular quien realiza la acción verbal (Sujeto); si añadimos una “-m” seguirá siendo singular, pero ya no realiza la acción verbal, sino que sería la consecuencia de esa acción (video stellam quiere decir veo una estrella); si, en lugar de una “-m” añado una “-s”, la función sería la misma, pero estaríamos en el plural (video stellas quiere decir veo estrellas); si, en lugar de todo esto, añado “arum”, hablaremos de un Complemento del Nombre en plural (video stellarum viam quiere decir veo un camino de estrellas). Todas estas terminaciones conforman los “casos” del latín. Ahora bien, no todas las palabras son iguales, según mencionamos anteriormente, así que las terminaciones difieren entre sí, de ahí que se agrupen en cinco grupos diferentes, los cuales grupos se llaman “declinaciones”. Así, en latín se distinguen cinco grupos de palabras o declinaciones. “Stella” pertenecería al primero de estos grupos o primera declinación, compuesta casi exclusivamente por nombres femeninos, aunque hay algunos que son masculinos (“stella” es femenino, pero “nauta” es masculino).
Aclaremos todo con algunos ejemplos. Ya hemos visto que “navegante” en latín se dice “nauta”, y esta palabra aparecía en la frase del inicio: stellae viam nautis indicant, luego su función es la de Complemento Indirecto. Veamos ahora el resto de terminaciones. En nauta videt stellas (el navegante ve estrellas) su función es la de Sujeto; en nautam video (veo al navegante) la función es Complemento Directo; en nautae viam video (veo el camino del navegante) la función es Complemento del Nombre; en cum nauta eo (voy con el navegante) la función es Complemento Circunstancial. Por supuesto, cada una de estas terminaciones varía en sus respectivos plurales. Así pues, esta palabra puede realizar cinco funciones, además de otra adicional que mencionaremos más adelante y tiene como correlato en español el mismo que en latín. Es decir, seis funciones, un caso por cada función, lo que hace un total de seis terminaciones o casos en el singular y otros tantos en plural. Ahora bien, debido a diversas circunstancias, algunas terminaciones acabaron por coincidir, lo que puede dificultar identificar el caso. Expliquémoslo.
La desinencia que en latín se emplea para indicar un singular con función de Complemento Circunstancial sería la “-d”; por consiguiente, el singular con función de Complemento Circunstancial de “nauta” debería ser *”nautad”, pero por cuestiones de evolución lingüística la consonante final apenas se pronunciaba en el habla coloquial, lo que llevó a su pérdida (en español se suele decir “carné” en lugar de “carnet” o reló” en vez de “reloj”). Así pues, tenemos que “nauta” podría funcionar como Sujeto o Complemento Circunstancial; la solución, a falta de conocer el valor de las vocales, nos la da el contexto.
En latín “estrella” se dice “stella”, “indicar” se dice “indicare”, para “camino” los latinos usan “via”, y para “navegante” los romanos empleaban “nauta”; hay que recordar que en latín no existen los artículos y el uso de las preposiciones no corresponde con exactitud a su uso en español. Para formar la frase en latín debemos coger la primera palabra y convertirla en plural, para lo cual usaremos la forma “stellae”; el verbo debe ir en presente y en tercera persona del plural: “indicant”; lo que indican las estrellas tendrá que ser singular: “viam”; por último, “los navegantes” son varios, por lo que usaremos un plural: “nautis”. En conclusión: stellae viam nautis indicant. ¿Dónde radica la dificultad? Por ejemplo, en los plurales, pues mientras uno acaba en “-ae”, el otro acaba en “-is”. ¿A qué se debe esta discrepancia? Sencillo, a que, además de indicar el plural, también indican la función: Sujeto y Complemento Indirecto. Para eso sirven, precisamente, los casos. Luego, ¿qué son los casos en latín? Son las posibles terminaciones que una palabra puede llevar, de modo que indiquen su función dentro de la oración. Veamos: “stella”, sin más, nos dice que es un singular quien realiza la acción verbal (Sujeto); si añadimos una “-m” seguirá siendo singular, pero ya no realiza la acción verbal, sino que sería la consecuencia de esa acción (video stellam quiere decir veo una estrella); si, en lugar de una “-m” añado una “-s”, la función sería la misma, pero estaríamos en el plural (video stellas quiere decir veo estrellas); si, en lugar de todo esto, añado “arum”, hablaremos de un Complemento del Nombre en plural (video stellarum viam quiere decir veo un camino de estrellas). Todas estas terminaciones conforman los “casos” del latín. Ahora bien, no todas las palabras son iguales, según mencionamos anteriormente, así que las terminaciones difieren entre sí, de ahí que se agrupen en cinco grupos diferentes, los cuales grupos se llaman “declinaciones”. Así, en latín se distinguen cinco grupos de palabras o declinaciones. “Stella” pertenecería al primero de estos grupos o primera declinación, compuesta casi exclusivamente por nombres femeninos, aunque hay algunos que son masculinos (“stella” es femenino, pero “nauta” es masculino).
Aclaremos todo con algunos ejemplos. Ya hemos visto que “navegante” en latín se dice “nauta”, y esta palabra aparecía en la frase del inicio: stellae viam nautis indicant, luego su función es la de Complemento Indirecto. Veamos ahora el resto de terminaciones. En nauta videt stellas (el navegante ve estrellas) su función es la de Sujeto; en nautam video (veo al navegante) la función es Complemento Directo; en nautae viam video (veo el camino del navegante) la función es Complemento del Nombre; en cum nauta eo (voy con el navegante) la función es Complemento Circunstancial. Por supuesto, cada una de estas terminaciones varía en sus respectivos plurales. Así pues, esta palabra puede realizar cinco funciones, además de otra adicional que mencionaremos más adelante y tiene como correlato en español el mismo que en latín. Es decir, seis funciones, un caso por cada función, lo que hace un total de seis terminaciones o casos en el singular y otros tantos en plural. Ahora bien, debido a diversas circunstancias, algunas terminaciones acabaron por coincidir, lo que puede dificultar identificar el caso. Expliquémoslo.
La desinencia que en latín se emplea para indicar un singular con función de Complemento Circunstancial sería la “-d”; por consiguiente, el singular con función de Complemento Circunstancial de “nauta” debería ser *”nautad”, pero por cuestiones de evolución lingüística la consonante final apenas se pronunciaba en el habla coloquial, lo que llevó a su pérdida (en español se suele decir “carné” en lugar de “carnet” o reló” en vez de “reloj”). Así pues, tenemos que “nauta” podría funcionar como Sujeto o Complemento Circunstancial; la solución, a falta de conocer el valor de las vocales, nos la da el contexto.
Las terminaciones
Ya es hora de mencionar los nombres de los casos. Cuando una palabra funciona como Sujeto, se dice que está declinada en el caso Nominativo; si la función es la de Complemento Directo, el caso se llama Acusativo; para la función de Complemento Indirecto la palabra va en el caso Dativo; cuando funciona como Complemento Circunstancial, la palabra se declina como Ablativo; para el Complemento del Nombre se emplea el caso Genitivo; por último una palabra puede ser declinada como Vocativo, cuya función sería ésa misma. Para saber si una palabra pertenece al primer grupo de ellas (la primera declinación) o a otro grupo (declinación), la forma de nombrarla es emplear el Nominativo seguido del Genitivo; por ejemplo, “nauta, nautae”, que en la escritura se representa “nauta, -ae”, y
así aparece en el diccionario latino.
Llegados a este punto, alguien se preguntaría ¿por qué hay cinco declinaciones, si las terminaciones deberían ser las mismas? Precisamente porque cada declinación tiene sus propias terminaciones. En la segunda declinación, por ejemplo, el Genitivo acaba en “-i”; en la tercera declinación estaríamos ante “-is”, para la cuarta obtendríamos “-ui” y en la quinta sería “-ei”. En realidad las desinencias del Genitivo sólo eran dos (“-i” y “-s”), pero por evolución lingüística se fueron complicando, y, de este modo, la “-i” abrió a “-e” al ir detrás de la “a-” de la primera declinación (de *“nautai” se pasó a “nautae”). Algo parecido ocurrió con el resto de los casos, así que dependiendo de en qué letra terminaba la palabra, las desinencias cambiaban la forma, lo cual llevó a pensar que dichas palabras se podrían agrupar por grupos, llamados declinaciones.
De esta forma tenemos que la primera declinación consta de palabras que terminan en “-a”, como “nauta-, stella-, via-…); la quinta declinación, sin embargo, engloba a palabras con la raíz terminada en “-e”, como “die-, re-, planitie-…”. ¿En qué nos puede ayudar conocer todo esto? Pongamos que tenemos una palabra que acaba en “-i”; según las desinencias latinas, su función podría ser la de Sujeto, Vocativo, Complemento del Nombre o Complemento Indirecto. Si tenemos suerte, el contexto nos dirá qué función desempeña; en caso de duda, necesitaremos saber en qué caso está declinada: si pertenece a la tercera declinación, sólo puede ser Dativo (Complemento Indirecto). Por consiguiente, antes de pasar a las desinencias casuales, es necesario aclarar qué palabras pertenecen a cada declinación. En latín, al igual que en cualquier otro idioma actual, una palabra puede acabar en vocal o en consonante; puesto que el latín, como el español, posee cinco vocales, resulta que una palabra tiene seis posibles terminaciones. Si el lexema termina en “-a”, nos situaremos en la primera declinación; si termina en “-o”, en la segunda; si termina en “-i”, en la tercera; si termina en “-u”, en la cuarta; si termina en “-e”, en la quinta; y si termina en consonante, volveremos a situarnos en la tercera. Así pues, la tercera declinación engloba las palabras con lexema terminado en la vocal “-i” y en consonante.
así aparece en el diccionario latino.
Llegados a este punto, alguien se preguntaría ¿por qué hay cinco declinaciones, si las terminaciones deberían ser las mismas? Precisamente porque cada declinación tiene sus propias terminaciones. En la segunda declinación, por ejemplo, el Genitivo acaba en “-i”; en la tercera declinación estaríamos ante “-is”, para la cuarta obtendríamos “-ui” y en la quinta sería “-ei”. En realidad las desinencias del Genitivo sólo eran dos (“-i” y “-s”), pero por evolución lingüística se fueron complicando, y, de este modo, la “-i” abrió a “-e” al ir detrás de la “a-” de la primera declinación (de *“nautai” se pasó a “nautae”). Algo parecido ocurrió con el resto de los casos, así que dependiendo de en qué letra terminaba la palabra, las desinencias cambiaban la forma, lo cual llevó a pensar que dichas palabras se podrían agrupar por grupos, llamados declinaciones.
De esta forma tenemos que la primera declinación consta de palabras que terminan en “-a”, como “nauta-, stella-, via-…); la quinta declinación, sin embargo, engloba a palabras con la raíz terminada en “-e”, como “die-, re-, planitie-…”. ¿En qué nos puede ayudar conocer todo esto? Pongamos que tenemos una palabra que acaba en “-i”; según las desinencias latinas, su función podría ser la de Sujeto, Vocativo, Complemento del Nombre o Complemento Indirecto. Si tenemos suerte, el contexto nos dirá qué función desempeña; en caso de duda, necesitaremos saber en qué caso está declinada: si pertenece a la tercera declinación, sólo puede ser Dativo (Complemento Indirecto). Por consiguiente, antes de pasar a las desinencias casuales, es necesario aclarar qué palabras pertenecen a cada declinación. En latín, al igual que en cualquier otro idioma actual, una palabra puede acabar en vocal o en consonante; puesto que el latín, como el español, posee cinco vocales, resulta que una palabra tiene seis posibles terminaciones. Si el lexema termina en “-a”, nos situaremos en la primera declinación; si termina en “-o”, en la segunda; si termina en “-i”, en la tercera; si termina en “-u”, en la cuarta; si termina en “-e”, en la quinta; y si termina en consonante, volveremos a situarnos en la tercera. Así pues, la tercera declinación engloba las palabras con lexema terminado en la vocal “-i” y en consonante.
Las desinencias del singular
Como ya hemos visto, cada función dentro de la oración va indicada por la desinencia que lleve la palabra en cuestión; veamos cuáles son esas desinencias y qué ha ocurrido con ellas, centrándonos, en un primer vistazo, en el singular masculino y femenino. El Nominativo (el caso que indica Sujeto) tiene como desinencia la “-s”, excepto en la primera declinación, que no llega desinencia alguna. De este modo, tendremos “nauta” (navegante) como ejemplo de este primer grupo (recordemos que el lexema acaba en “-a”). En la segunda declinación el lexema termina en “-o”, al cual añadiremos la “-s” como desinencia de Nominativo, de forma que a “domino” (dueño, señor) se le añade la desinencia para obtener *”domino-s”; sin embargo, esa última vocal se pronunciaba algo cerrada, acabando por pronunciarse como una “u”, de manera que al final sedecía “dominu-s”. Decíamos que un grupo de palabras de la tercera declinación tenía el tema en “-i” como en “civi-s” (ciudadano); pero cuando el lexema acabaen consonante la pronunciación cambia: en *“vertitat-s” (verdad) la consonante final del lexema no se pronunciaba, así que terminó siendo “verita-s”; en otras ocasiones la consonante se conservó enmascarada: en *”reg-s” (rey), las dos últimas consonantes se fundieron en una sola formando “rex”. En cuanto a la cuarta y quinta declinaciones no hay variación alguna: “manu-s” (mano), “die-s” (día). En definitiva, salvo la excepción de los temas en “-a”, la desinencia para el Nominativo es “-s”.
Ya sabemos que para formar el Acusativo (el caso que indica Complemento Directo) se añadía una “-m”. En la primera declinación tendremos, pues, “nauta-m”. En la segunda declinación va a ocurrir lo mismo que con el Nominativo, y la vocal del lexema se va a cerrar: del original *”domino-m” se pasará al usual “dominu-m”. En la tercera declinación ocurre lo contrario de lo que acabamos de ver, pues la vocal se abre un grado: del original *”civi-m” pasaremos a “cive-m”; en cuanto a los temas en consonante, sucede como en español, que se necesita una vocal para poder pronunciar las dos consonantes que van seguidas: en *”reg-m” necesitamos colocar una vocal entre las dos últimas consonantes, la cual vocal resultó ser, por afinidad con los temas en “i-”, la “-e-“, concluyendo en “reg-(e)-m”. En la cuarta y quinta declinaciones no hay ningún problema: “manu-m” y “die-m”.
La desinencia propia para el caso Dativo (el que indica Complemento Indirecto) es siempre la “-i”, aunque, como estamos viendo hasta ahora, va a sufrir algunos cambios al contacto con el final del lexema. En la primera declinación la desinencia se abre un grado: *”nauta-i” se convierte en “nauta-e”. En la segunda declinación, lo que ocurre es que la vocal de la desinencia acaba por desaparecer, pasando desde *”domino-i” a “domino-”. En la tercera declinación, el contacto de la vocal del lexema con la vocal de la desinencia, al ser la misma, se contrae en una sola: en lugar de *”civi-i” tendremos la palabra “civi-“; sin embargo, en los temas en consonante no hay variaciones: “reg-i”. Una vez más, la cuarta y quinta declinaciones no suponen problema alguno: “manu-i” y “die-i”.
El Ablativo (el caso que indica el Complemento Circunstancial) lleva como desinencia una “-d”, aunque no se conserva en ninguna de las declinaciones. En la primera declinación tendríamos, pues, *”nauta-d”, que se convertirá en “nauta-”. En la segunda declinación desde *“domino-d” llegaríamos a “domino-“. En los temas en consonante de la tercera declinación se necesitó, en un principio, una vocal para poder pronunciar las dos últimas consonantes, como ya ocurriera con el Acusativo, de modo que al desaparecer la desinencia, la vocal permaneció: desde *“reg -d” se pasó a *”reg-(e)-d” y finalmente se quedó en “reg-e”; en cuanto a los temas en vocal, la vocal del lexema se abrió un grado y luego simplemente se dejó de pronunciar la desinencia: *“civi-d” pasó por *”cive-d” y acabó como “cive-“. De nuevo la cuarta y quinta declinaciones muestran gran regularidad: del inicial *”manu-d” se llegaría a “manu-“, del mismo modo que de *”die-d” se obtendrá “die-“.
El quinto caso es el Genitivo (el que indica Complemento del Nombre), cuya desinencia sería “-i”, aparentemente la misma que para el Dativo, excepto en la tercera y cuarta declinaciones en donde, por motivos diferentes, habría que añadir una “-s”. En la primera declinación ocurre lo mismo que con el Dativo: de *”nauta-i” pasaríamos a “nauta-e”. En la segunda declinación, empero, sucedió lo contrario que con el Dativo, siendo la vocal del lexema la que desaparece: del *”domino-i” original llegaríamos a “domin-i”. En la tercera declinación, según veíamos, la desinencia era la silbante: “civi-s”; en los temas en consonante hubo que colocar una vocal epentética para pronuncias las dos consonantes que se encontraban juntas por afinidad con los temas en “i-“: “reg-(i)-s”. La cuarta, como ya hemos advertido, la desinencia es la “-s” sin la desinencia típica de las demás declinaciones: “manu-s”. La quinta, por su parte, mantiene la regularidad: “die-i”.
Por último, hay que parar brevemente en el caso Vocativo (que indica el Vocativo español), y que aparece en la misma forma que el Nominativo, excepto en la segunda declinación., en donde la vocal del lexema cambia de timbre y se pierde la desinencia del Nominativo: “domin-e”.
Ya sabemos que para formar el Acusativo (el caso que indica Complemento Directo) se añadía una “-m”. En la primera declinación tendremos, pues, “nauta-m”. En la segunda declinación va a ocurrir lo mismo que con el Nominativo, y la vocal del lexema se va a cerrar: del original *”domino-m” se pasará al usual “dominu-m”. En la tercera declinación ocurre lo contrario de lo que acabamos de ver, pues la vocal se abre un grado: del original *”civi-m” pasaremos a “cive-m”; en cuanto a los temas en consonante, sucede como en español, que se necesita una vocal para poder pronunciar las dos consonantes que van seguidas: en *”reg-m” necesitamos colocar una vocal entre las dos últimas consonantes, la cual vocal resultó ser, por afinidad con los temas en “i-”, la “-e-“, concluyendo en “reg-(e)-m”. En la cuarta y quinta declinaciones no hay ningún problema: “manu-m” y “die-m”.
La desinencia propia para el caso Dativo (el que indica Complemento Indirecto) es siempre la “-i”, aunque, como estamos viendo hasta ahora, va a sufrir algunos cambios al contacto con el final del lexema. En la primera declinación la desinencia se abre un grado: *”nauta-i” se convierte en “nauta-e”. En la segunda declinación, lo que ocurre es que la vocal de la desinencia acaba por desaparecer, pasando desde *”domino-i” a “domino-”. En la tercera declinación, el contacto de la vocal del lexema con la vocal de la desinencia, al ser la misma, se contrae en una sola: en lugar de *”civi-i” tendremos la palabra “civi-“; sin embargo, en los temas en consonante no hay variaciones: “reg-i”. Una vez más, la cuarta y quinta declinaciones no suponen problema alguno: “manu-i” y “die-i”.
El Ablativo (el caso que indica el Complemento Circunstancial) lleva como desinencia una “-d”, aunque no se conserva en ninguna de las declinaciones. En la primera declinación tendríamos, pues, *”nauta-d”, que se convertirá en “nauta-”. En la segunda declinación desde *“domino-d” llegaríamos a “domino-“. En los temas en consonante de la tercera declinación se necesitó, en un principio, una vocal para poder pronunciar las dos últimas consonantes, como ya ocurriera con el Acusativo, de modo que al desaparecer la desinencia, la vocal permaneció: desde *“reg -d” se pasó a *”reg-(e)-d” y finalmente se quedó en “reg-e”; en cuanto a los temas en vocal, la vocal del lexema se abrió un grado y luego simplemente se dejó de pronunciar la desinencia: *“civi-d” pasó por *”cive-d” y acabó como “cive-“. De nuevo la cuarta y quinta declinaciones muestran gran regularidad: del inicial *”manu-d” se llegaría a “manu-“, del mismo modo que de *”die-d” se obtendrá “die-“.
El quinto caso es el Genitivo (el que indica Complemento del Nombre), cuya desinencia sería “-i”, aparentemente la misma que para el Dativo, excepto en la tercera y cuarta declinaciones en donde, por motivos diferentes, habría que añadir una “-s”. En la primera declinación ocurre lo mismo que con el Dativo: de *”nauta-i” pasaríamos a “nauta-e”. En la segunda declinación, empero, sucedió lo contrario que con el Dativo, siendo la vocal del lexema la que desaparece: del *”domino-i” original llegaríamos a “domin-i”. En la tercera declinación, según veíamos, la desinencia era la silbante: “civi-s”; en los temas en consonante hubo que colocar una vocal epentética para pronuncias las dos consonantes que se encontraban juntas por afinidad con los temas en “i-“: “reg-(i)-s”. La cuarta, como ya hemos advertido, la desinencia es la “-s” sin la desinencia típica de las demás declinaciones: “manu-s”. La quinta, por su parte, mantiene la regularidad: “die-i”.
Por último, hay que parar brevemente en el caso Vocativo (que indica el Vocativo español), y que aparece en la misma forma que el Nominativo, excepto en la segunda declinación., en donde la vocal del lexema cambia de timbre y se pierde la desinencia del Nominativo: “domin-e”.
Las desinencias del plural
Al igual que hemos hecho en el apartado anterior, aquí trataremos sólo los géneros masculino y femenino, dejando el neutro para una pequeña mención al final. Dos son las desinencias que indican que estamos en Nominativo Plural, la “-i” y la “-s”, siendo esta última utilizada por las declinaciones tercera y cuarta. En la primera declinación la vocal de la desinencia sufre las mismas consecuencias que ya hemos visto en el singular: *”nauta-i” se convierte en “nauta-e”. En la segunda declinación ocurre algo parecido: *”domino-i” se convierte en “domin-i”. La tercera declinación emplea la “-s”, así que necesita una vocal para no perder la desinencia en los temas en consonante, aprovechando lo cual, los temas en vocal cambiaron la vocal de su lexema para equipararlos a los otros: por un lado “reg-(e)s” y por otro lado de “civi-(e)s” se pasó a “cive-s”. La cuarta declinación sigue las pautas anteriores: “manu-s”. La quinta vuelve a retomar la desinencia de las primeras declinaciones: “die-i”.
Para el Acusativo la desinencia es siempre la “-s”, sin que suponga problema alguno con las excepciones vistas: “nauta-s”, “domino-s”, “reg-(e)s”, “manu-s” y “die-s”.
El Dativo y el Ablativo, con la misma desinencia en cada declinación, vuelven a tener dos posibilidades, la desinencia en “-is” para las dos primeras declinaciones y la desinencia en “-bus”. En la primera tendremos, pues, *”nauta-is”, en donde la vocal del lexema acaba por desaparecer, quedando en “naut-is”. En la segunda declinación sucede lo mismo que anteriormente: *”domino-is” termina convirtiéndose en “domin-is”. Para los temas en consonante se necesita una vocal entre el lexema y la desinencia; en un principio era la “-e-“, pero ésta cerró un grado, quedando la secuencia: *”reg-(e)-bus” > *”reg-i-bus”; las palabras con lexema en vocal no tienen mayor dificultad: “civi-bus”. La cuarta y quinta declinaciones son completamente regulares: “manu-bus” y “die-bus”, si bien en la cuarta declinación se tiende a regularizarla con la tercera, dando por resultado “mani-bus”.
El Genitivo lleva como desinencia “-um”, si bien en algunas declinaciones no se une al lexema directamente. En la primera, segunda y quinta declinaciones, entre el lexema y la desinencia hubo una “-s-” que con el tiempo acabó vibrando y convirtiéndose en “-r-“: *”nauta-s-um” acabó en “nauta-r-um”, lo mismo que *”domino-s-um” desembocó en “domino-r-um” y que *”die-s-um” finalizó en “die-r-um”. Por lo que respecta a la tercera y cuarta declinaciones, la desinencia no tuvo problemas para unirse al lexema: “civi-um” para los temas en vocal, “reg-um” para los temas en consonante, y “manu-um” para los temas de la cuarta declinación.
Una vez más, para el Vocativo se emplea la misma forma que la del Nominativo, en esta ocasión sin excepciones.
Habíamos dejado para el final el género neutro. Se diferencia de los otros dos géneros en que las formas para el Nominativo y Acusativo son las mismas, coincidiendo con los otros géneros en el resto de los casos. Existen tres tipos o grupos de neutros: los que se agrupan en la segunda declinación, los que se agrupan en la tercera declinación y los de la cuarta declinación, por lo que ni la primera y ni la quinta declinaciones contiene neutros. En singular, los Nominativo y Acusativo de la segunda declinación acaban siempre en “-um”, como “templum” (templo), mientras que en la cuarta no aparece la consonante final, como en “cornu” (cuerno); en la tercera declinación, en cambio, no existe una terminación propia, pudiendo ser cualquiera de las consonantes e incluso vocales: “mare” (mar). Lo que sí tienen en común todos los neutros es que los Nominativo y Acusativo del plural acaban en “-a”: “templa”, “cornua” y “maria”.
Una última aclaración: todas estas reglas tienen sus excepciones, algunas veces de cierta importancia y otras no tanto. Por ejemplo, en la segunda declinación también hay nombres cuyo lexema no termina en “-o”, como es el caso de “puer” (niño); otro ejemplo, en esta ocasión en la tercera declinación, es el caso de algunas palabras híbridas en las que, aun conteniendo un lexema consonántico, actúan como si tuvieran lexema vocálico: “urb-s” (ciudad) tiene como genitivo plural “urbi-um”; es más, los neutros con tema vocálico conservan la “i-“ en el Ablativo; y aún más, en esta tercera declinación pueden aparecer Nominativos en singular que no llevan la “-s” de la desinencia, aun sin ser neutros, si bien esto es debido a evoluciones lingüísticas.
Para el Acusativo la desinencia es siempre la “-s”, sin que suponga problema alguno con las excepciones vistas: “nauta-s”, “domino-s”, “reg-(e)s”, “manu-s” y “die-s”.
El Dativo y el Ablativo, con la misma desinencia en cada declinación, vuelven a tener dos posibilidades, la desinencia en “-is” para las dos primeras declinaciones y la desinencia en “-bus”. En la primera tendremos, pues, *”nauta-is”, en donde la vocal del lexema acaba por desaparecer, quedando en “naut-is”. En la segunda declinación sucede lo mismo que anteriormente: *”domino-is” termina convirtiéndose en “domin-is”. Para los temas en consonante se necesita una vocal entre el lexema y la desinencia; en un principio era la “-e-“, pero ésta cerró un grado, quedando la secuencia: *”reg-(e)-bus” > *”reg-i-bus”; las palabras con lexema en vocal no tienen mayor dificultad: “civi-bus”. La cuarta y quinta declinaciones son completamente regulares: “manu-bus” y “die-bus”, si bien en la cuarta declinación se tiende a regularizarla con la tercera, dando por resultado “mani-bus”.
El Genitivo lleva como desinencia “-um”, si bien en algunas declinaciones no se une al lexema directamente. En la primera, segunda y quinta declinaciones, entre el lexema y la desinencia hubo una “-s-” que con el tiempo acabó vibrando y convirtiéndose en “-r-“: *”nauta-s-um” acabó en “nauta-r-um”, lo mismo que *”domino-s-um” desembocó en “domino-r-um” y que *”die-s-um” finalizó en “die-r-um”. Por lo que respecta a la tercera y cuarta declinaciones, la desinencia no tuvo problemas para unirse al lexema: “civi-um” para los temas en vocal, “reg-um” para los temas en consonante, y “manu-um” para los temas de la cuarta declinación.
Una vez más, para el Vocativo se emplea la misma forma que la del Nominativo, en esta ocasión sin excepciones.
Habíamos dejado para el final el género neutro. Se diferencia de los otros dos géneros en que las formas para el Nominativo y Acusativo son las mismas, coincidiendo con los otros géneros en el resto de los casos. Existen tres tipos o grupos de neutros: los que se agrupan en la segunda declinación, los que se agrupan en la tercera declinación y los de la cuarta declinación, por lo que ni la primera y ni la quinta declinaciones contiene neutros. En singular, los Nominativo y Acusativo de la segunda declinación acaban siempre en “-um”, como “templum” (templo), mientras que en la cuarta no aparece la consonante final, como en “cornu” (cuerno); en la tercera declinación, en cambio, no existe una terminación propia, pudiendo ser cualquiera de las consonantes e incluso vocales: “mare” (mar). Lo que sí tienen en común todos los neutros es que los Nominativo y Acusativo del plural acaban en “-a”: “templa”, “cornua” y “maria”.
Una última aclaración: todas estas reglas tienen sus excepciones, algunas veces de cierta importancia y otras no tanto. Por ejemplo, en la segunda declinación también hay nombres cuyo lexema no termina en “-o”, como es el caso de “puer” (niño); otro ejemplo, en esta ocasión en la tercera declinación, es el caso de algunas palabras híbridas en las que, aun conteniendo un lexema consonántico, actúan como si tuvieran lexema vocálico: “urb-s” (ciudad) tiene como genitivo plural “urbi-um”; es más, los neutros con tema vocálico conservan la “i-“ en el Ablativo; y aún más, en esta tercera declinación pueden aparecer Nominativos en singular que no llevan la “-s” de la desinencia, aun sin ser neutros, si bien esto es debido a evoluciones lingüísticas.