Traduciendo
Pongamos que nos encontramos con este aforismo medieval: nullum barbatum faciet sua barba beatum. Afortunadamente los latinos tenemos mucho terreno ganado, pues nuestras lenguas derivan del mismo latín y la mayor parte del vocabulario que conocemos proviene de él, de modo que casi podríamos traducir la frase sin mayores esfuerzos: *ningún barbado hace su barba feliz, o algo parecido; si nos detenemos un poco en ello y ordenamos un poco las palabras llegaremos a la traducción exacta: (a) ningún (hombre) barbado (le) hace feliz su barba. Tal vez suene extraño, pero no olvidemos que se trata de una sentencia doctrinal de época medieval. Está claro, según lo visto, que el latín tiene algunas diferencias con respecto al español y a las lenguas modernas en general, una de las cuales, tal vez la más llamativa, es el orden de las palabras: en latín parece que se prescinde de un orden, aunque no es cierto, pues existen ciertas normas que en los textos clásicos se disipan, no así en el latín vulgar, que es de donde surgieron las lenguas romances.
Veamos otro ejemplo: solus labor parit virtutem; sola virtus parit honorem. En esta ocasión estamos ante un lema heráldico cuya traducción apenas representa dificultad alguna: *solo trabajo pare virtud; sola virtud pare honor. Es cierto que suena un tanto abrupto, pero si lo acomodamos a nuestros cánones lingüísticos obtendríamos una traducción más acorde con nuestros oídos: sólo el trabajo produce la virtud; sólo la virtud produce honor. Si nos fijamos un poco en los dos ejemplos expuestos, podremos inferir de ellos que el latín no usa artículos, y ello es así porque no existen; ésa es otra de las diferencias que hallamos entre la lengua latina y los idiomas modernos. Claro que el inglés, por ejemplo, sólo tiene the y a o an, que es poco más que el latín.
Pero compliquemos algo la traducción y fijémonos en esta frase que el escritor Ovidio plasmó en su libro Heroidas: omnibus in factis exitus acta probat. Si traducimos palabra por palabra sin variar el orden en que aparecen, obtendríamos un resultado bastante confuso: *todos en (los) hechos (el) éxito (los) actos prueba. En primer lugar, parece que las tres primeras palabras pertenecen a un mismo sintagma, al cual podríamos poner su orden correspondiente (en todos los hechos). La frase ya suena mejor, y aún más si ordenamos todo acorde con nuestro idioma: el éxito prueba los actos en todos los hechos, o lo que es lo mismo, “el fin justifica los medios”. Si la traducción nos suena extraña, no olvidemos que estamos hablando de un literato, nadie hablaba así en la vida diaria, lo mismo que nadie habla en la calle como lo hace Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, por poner un ejemplo.
Veamos otro ejemplo: solus labor parit virtutem; sola virtus parit honorem. En esta ocasión estamos ante un lema heráldico cuya traducción apenas representa dificultad alguna: *solo trabajo pare virtud; sola virtud pare honor. Es cierto que suena un tanto abrupto, pero si lo acomodamos a nuestros cánones lingüísticos obtendríamos una traducción más acorde con nuestros oídos: sólo el trabajo produce la virtud; sólo la virtud produce honor. Si nos fijamos un poco en los dos ejemplos expuestos, podremos inferir de ellos que el latín no usa artículos, y ello es así porque no existen; ésa es otra de las diferencias que hallamos entre la lengua latina y los idiomas modernos. Claro que el inglés, por ejemplo, sólo tiene the y a o an, que es poco más que el latín.
Pero compliquemos algo la traducción y fijémonos en esta frase que el escritor Ovidio plasmó en su libro Heroidas: omnibus in factis exitus acta probat. Si traducimos palabra por palabra sin variar el orden en que aparecen, obtendríamos un resultado bastante confuso: *todos en (los) hechos (el) éxito (los) actos prueba. En primer lugar, parece que las tres primeras palabras pertenecen a un mismo sintagma, al cual podríamos poner su orden correspondiente (en todos los hechos). La frase ya suena mejor, y aún más si ordenamos todo acorde con nuestro idioma: el éxito prueba los actos en todos los hechos, o lo que es lo mismo, “el fin justifica los medios”. Si la traducción nos suena extraña, no olvidemos que estamos hablando de un literato, nadie hablaba así en la vida diaria, lo mismo que nadie habla en la calle como lo hace Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, por poner un ejemplo.
Demos un paso más. En esta ocasión vamos a comparar la misma palabra mencionada en dos ocasiones diferentes dentro de la misma frase: omnia vincit amor, et nos cedamus amori. En primer lugar, hay que aclarar que se trata de un verso del libro Bucólicas, escrito por Virgilio. En segundo lugar, traduzcamos palabra por palabra: *todo vence amor, también nosotros cedamos amor; antes de seguir, podríamos colocar los
artículos correspondientes, de manera que nos suena algo menos abrupto: *todo (lo) vence (el) amor, también nosotros cedamos (el) amor. Obviamente algo no anda bien, y no hay que pensar mucho para corregir el error: todo lo vence el amor, cedamos nosotros también al amor. Una cosa podemos sacar en claro de esta pequeña sentencia: que, dependiendo de la función que una palabra tenga en la oración, puede variar
su final; así, tenemos por un lado amor y por otro amori. Los lingüistas hablarán de Sujeto Léxico y Complemento Indirecto, respectivamente. Nosotros hablaremos de una palabra que puede terminar de dos formas diferentes; en cuanto a las funciones sintácticas, ya se verán. En conclusión, según este último ejemplo, parece que las palabras en latín varían según lo que queramos decir de y con ellas, lo cual no nos es ajeno, pues en español una misma palabra puede tener también varias terminaciones: bueno, buena, buenos y buenas. A nadie se le escapa que se trata de la misma palabra; eso sí, según como termine se referirá al masculino, al femenino, al singular o al plural. Pues bien, en latín ocurre exactamente lo mismo, sólo que, además de indicar eso, también indica la repercusión que tiene dentro de la oración. Y lo mismo que en español existen distintos tipos de palabras (grande no varía para indicar el género, mientras que alto puede variar el final en alta), en latín también existen distintas clases de palabras. En fin, recopilemos los ejemplos con su respectiva traducción y se verá que el latín no es tan difícil como se nos ha querido vender:
• Nullum barbatum faciet sua barba beatum (a nadie le hace feliz su propia barba)
• Solus labor parit virtutem; sola virtus parit honorem (solo el trabajo produce la virtud; solo la virtud produce el honor)
• Omnibus in factis exitus acta probat (el éxito prueba los actos en todos los hechos)
• Omnia vincit amor, et nos cedamus amori (todo lo vence el amor, cedamos nosotros también al amor)
• Nullum barbatum faciet sua barba beatum (a nadie le hace feliz su propia barba)
• Solus labor parit virtutem; sola virtus parit honorem (solo el trabajo produce la virtud; solo la virtud produce el honor)
• Omnibus in factis exitus acta probat (el éxito prueba los actos en todos los hechos)
• Omnia vincit amor, et nos cedamus amori (todo lo vence el amor, cedamos nosotros también al amor)
Primeros pasos
En un principio deberíamos tener en cuenta que una palabra latina terminada en “-us” suele indicar que realiza la acción verbal; es decir, que funciona como sujeto. Por supuesto, ésta es una afirmación excesivamente amplia, a la que habría que añadir algunas excepciones evidentes por su abundancia. Así, las palabras terminadas en “-mus” suelen aludir a la primera persona del plural de una forma verbal conjugada, como el español “-mos”; también hay que mencionar aquellos nombres terminados en “-ibus”, que corresponden casi con toda certeza a lo que en español llamamos Complemento Indirecto (sobre quien recae la acción del verbo) si no van precedidos de una preposición, y Complemento Circunstancial, dependiendo si los susodichos nombres se refieren a personas o cosas, principalmente. Veamos algunos ejemplos.
En la oración manducemus et bibamus, cras enim moriemus (palabras de San Pablo en su primer libro de cartas a los Corintios, refiriéndose a la filosofía epicúrea), las tres palabras acabadas en “-mus” corresponden a otros tantos verbos, siendo la traducción la siguiente: comamos y bebamos, pues mañana moriremos (cras significa mañana y enim se traduce por pues). En este mismo libro San Pablo escribe scimus quod nullus est Deus nisi unus, que se puede traducir como sabemos que nadie es Dios sino uno (e incluso sabemos que sólo existe un dios); en esta ocasión tenemos una palabra terminada en “-mus” (verbo) y otras tres que funcionan como Sujeto y Atributo. Otro ejemplo de “-us” como actor del verbo sería: amicus certus in re incerta cernitur, que se traduciría como el amigo verdadero en una situación incierta se discierne (o, lo que es lo mismo, el verdadero amigo se conoce en las situaciones difíciles), sentencia que aparece en el libro De amicitia, de Cicerón, y que hace alusión a una cita del dramaturgo griego Eurípides (del libro Hécuba) traducida por Enio al latín. Por último, y por lo que respecta a las palabras terminadas en “-ibus” podríamos mencionar un verso que aparece en las Odas de Horacio: nil mortalibus ardui est, cuya traducción correspondiente sería: nada (para) los mortales arduo es (y, una vez ordenadas las palabras al estilo del español, nada hay arduo para los mortales).
Otra terminación bastante común y que suele indicar una función concreta es cuando la palabra acaba en “-m”. En esta ocasión las posibles excepciones son aquellas que terminan en “-orum, -arum, -íum”, que funcionan como Complemento del Nombre; el resto suele indicar lo que en español llamamos Complemento Directo, o, lo que es lo mismo, la acción que desarrolla el verbo. De este modo, apenas habría problema para traducir el siguiente texto: qui amat periculum in illo peribit, frase que aparece en el Eclesiástico y que se traduce como quien ama el peligro en él perecerá; o ese aforismo medieval que reza custodis animam si scis composcere linguam, traducido como guardas tu alma si sabes contener la lengua. En estas dos oraciones las palabras acabadas en “-m” funcionan como Complemento Directo y no parece que haya gran problema en comprender cuál sería la traducción correcta; en cambio, en litterarum studia animum delectant el primer vocablo funciona como Complemento del Nombre y el segundo como Complemento Directo: el estudio de las letras deleita el ánimo.
En la oración manducemus et bibamus, cras enim moriemus (palabras de San Pablo en su primer libro de cartas a los Corintios, refiriéndose a la filosofía epicúrea), las tres palabras acabadas en “-mus” corresponden a otros tantos verbos, siendo la traducción la siguiente: comamos y bebamos, pues mañana moriremos (cras significa mañana y enim se traduce por pues). En este mismo libro San Pablo escribe scimus quod nullus est Deus nisi unus, que se puede traducir como sabemos que nadie es Dios sino uno (e incluso sabemos que sólo existe un dios); en esta ocasión tenemos una palabra terminada en “-mus” (verbo) y otras tres que funcionan como Sujeto y Atributo. Otro ejemplo de “-us” como actor del verbo sería: amicus certus in re incerta cernitur, que se traduciría como el amigo verdadero en una situación incierta se discierne (o, lo que es lo mismo, el verdadero amigo se conoce en las situaciones difíciles), sentencia que aparece en el libro De amicitia, de Cicerón, y que hace alusión a una cita del dramaturgo griego Eurípides (del libro Hécuba) traducida por Enio al latín. Por último, y por lo que respecta a las palabras terminadas en “-ibus” podríamos mencionar un verso que aparece en las Odas de Horacio: nil mortalibus ardui est, cuya traducción correspondiente sería: nada (para) los mortales arduo es (y, una vez ordenadas las palabras al estilo del español, nada hay arduo para los mortales).
Otra terminación bastante común y que suele indicar una función concreta es cuando la palabra acaba en “-m”. En esta ocasión las posibles excepciones son aquellas que terminan en “-orum, -arum, -íum”, que funcionan como Complemento del Nombre; el resto suele indicar lo que en español llamamos Complemento Directo, o, lo que es lo mismo, la acción que desarrolla el verbo. De este modo, apenas habría problema para traducir el siguiente texto: qui amat periculum in illo peribit, frase que aparece en el Eclesiástico y que se traduce como quien ama el peligro en él perecerá; o ese aforismo medieval que reza custodis animam si scis composcere linguam, traducido como guardas tu alma si sabes contener la lengua. En estas dos oraciones las palabras acabadas en “-m” funcionan como Complemento Directo y no parece que haya gran problema en comprender cuál sería la traducción correcta; en cambio, en litterarum studia animum delectant el primer vocablo funciona como Complemento del Nombre y el segundo como Complemento Directo: el estudio de las letras deleita el ánimo.
Una tercera posibilidad en terminaciones comunes es la que se refiere a “-os, -as”, cuya probabilidad de que funcionen como Complemento Directo es relativamente grande, y correspondería al plural de las palabras que vimos que terminaban en “´-um, -am”. Está claro que en Romani multas terras vastabant la traducción sería los romanos muchas tierras devastaban.
Por desgracia, para nosotros no siempre es tan fácil establecer quién es quién sólo con observar la terminación de las palabras, de modo que muchas veces tenemos que conocer la propia palabra, pues en latín, como en cualquier otro idioma o lengua, existen varios tipos de palabras con sus excepciones; además, en aquella época los latino-hablantes contaban con tres géneros gramaticales (masculino, femenino y neutro) con uso pleno (nosotros sólo utilizamos los dos primeros). Y es ahí en donde entran en juego las famosas “declinaciones” con sus “casos”. De todas formas, algo que se induce de lo visto hasta ahora es que en latín el Sujeto suele ir al principio de la oración y el verbo al final; este orden, por supuesto, puede variar y, de hecho, varía muchas veces, pero eso no quiere decir que no exista una tendencia a un orden dentro de lo que alguien pensaría que es un caos. A la hora de traducir casi podríamos hacerlo dejando cada palabra en su lugar original, añadiendo los artículos precisos y las preposiciones necesarias, pero sería conveniente realizar una traducción acorde con el idioma español, ordenando las palabras de modo adecuado.
En fin, recopilemos los ejemplos con su respectiva traducción y se verá, una vez más, que el latín no es tan difícil como se nos ha querido vender:
Por desgracia, para nosotros no siempre es tan fácil establecer quién es quién sólo con observar la terminación de las palabras, de modo que muchas veces tenemos que conocer la propia palabra, pues en latín, como en cualquier otro idioma o lengua, existen varios tipos de palabras con sus excepciones; además, en aquella época los latino-hablantes contaban con tres géneros gramaticales (masculino, femenino y neutro) con uso pleno (nosotros sólo utilizamos los dos primeros). Y es ahí en donde entran en juego las famosas “declinaciones” con sus “casos”. De todas formas, algo que se induce de lo visto hasta ahora es que en latín el Sujeto suele ir al principio de la oración y el verbo al final; este orden, por supuesto, puede variar y, de hecho, varía muchas veces, pero eso no quiere decir que no exista una tendencia a un orden dentro de lo que alguien pensaría que es un caos. A la hora de traducir casi podríamos hacerlo dejando cada palabra en su lugar original, añadiendo los artículos precisos y las preposiciones necesarias, pero sería conveniente realizar una traducción acorde con el idioma español, ordenando las palabras de modo adecuado.
En fin, recopilemos los ejemplos con su respectiva traducción y se verá, una vez más, que el latín no es tan difícil como se nos ha querido vender:
- manducemus et bibamus, cras enim moriemus (comamos y bebamos, pues mañana moriremos)
- scimus quod nullus est Deus nisi unus (sabemos que no hay más Dios que uno)
- amicus certus in re incerta cernitur (el verdadero amigo se conoce en las situaciones difíciles)
- nil mortalibus ardui est (nada hay arduo para los mortales)
- qui amat periculum in illo peribit (quien ama el peligro en él perecerá)
- custodis animam si scis composcere linguam (guardas tu alma, si sabes contener la lengua)